Muchas marcas, ahora millonarias, nacieron con pequeños capitales. Sus fundadores enfrentaron retos, pero no se rindieron. Hoy son marcas que visten, alimentan y transportan al mundo. Inmigrantes, huérfanos o pobres fueron características de algunos de estos hombres y mujeres que con su esfuerzo y creatividad lograron construir fortunas y grandes emporios con sus propios nombres.
Adidas, Levi’s, Max Factor, Nestlé, Kellogg, Coco Chanel, Chrevrolet, Lacoste, Christian Dior, Pierre Cardin son algunas de las marcas más reconocidas en el mundo. Las empresas nacieron con los nombres y apellidos de sus fundadores, quienes tenían muchos sueños y poco dinero.
Algunos de estos hombres y mujeres fueron hijos de inmigrantes o comerciantes. Algunos fueron huérfanos, como la famosa Coco Chanel, quien perdió a su madre a los 12 años. Su padre, un vendedor ambulante, la entregó a los monjas de un orfanato, con quienes aprendió costura.
Con su astucia, ingresó al mundo de la moda parisino, imponiendo tendencias como: pantalones femeninos y faldas cortas. Fue la primera mujer en recortase el cabello como los hombres. Años más tarde ingresó al negocio de la perfumería con la creación del famoso Chanel 5.
Otros, como Will Keit Kellogg, saltaron al mundo de los negocios sin tener mayor educación. Sus datos biográficos indican que el pequeño Will abandonó la escuela a los 14 años, para dedicarse a vender escobas.
Un día Will, accidentalmente dejó reposar una olla de trigo hervido y, al volver al día siguiente, se había convertido en una especie de hojuelas. Ese descubrimiento más tarde se transformó en los cereales que conocemos en la actualidad.
En 1906 fundó la empresa Kellogg, la cual se incendió un año después. Pese a todo, siguió trabajando y se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo. En 1930 formó la Fundación Kellogg y durante su vida donó la mayor parte de su fortuna.
También llama la atención la historia de Levi Strauss, un judío que emigró de Alemania a San Francisco, en donde abrió una pequeña tienda de mercería, y que años más tarde se convirtió en la primera compañía en fabricar los pantalones vaqueros que hoy día se visten en todo el mundo.
Algunos de estos hombres, como Louis Chevrolet, no tuvieron el dinero suficiente para mantener a flote su negocio. El fabricante de automóviles se vio obligado a vender su propia marca por falta de dinero. El comprador nunca quiso cambiar la marca, porque «sonaba bien».
El esfuerzo y creatividad de Maximilian Factorowitz, quien cambió su nombre a Max Factor, igual marca la historia, pues llegó a convertirse en el padre del maquillaje moderno. El inmigrante ruso llegó a Estados Unidos en 1904 con tan sólo 400 dólares en su bolsillo.
Como estas, son muchas las historias de los apellidos que se llegaron a convertir en las marcas millonarias, y hasta de lujo, que conocemos hasta los presentes días.
Fuente : El Diario de Hoy